martes, 9 de junio de 2009

Vivir un día a la vez: de prescripción contra las adicciones a norma de vida.

¿De qué manera, a través de qué procesos psico-sociales, la consigna “vivir un día a la vez”; la que en principio se consideraba un componente de cualquier programa de doce pasos para enfrentar las adicciones, devino en una norma de vida generalizada? Es acaso que la sociedad occidental toda vive inmersa en una clínica cotidiana?

Ya desde hace décadas con Vovelle y la sociología francesa de las mentalidades, sabemos que este tipo de procesos de conformación de la vida cotidiana, obedecen a líneas de desarrollo de larga duración, que por ende no pueden ser dilucidados exclusivamente desde la contemporaneidad. De una manera sencilla, aunque no trivial, vivir un día a la vez, pareciera expresar la articulación de al menos los siguientes aspectos centrales de la modernidad en su relación con la forma como vivimos la globalización:

El horizonte utópico ha desaparecido y en su lugar tendemos a realizarnos en el consumo. Un consumo que se agota al ritmo frenético de las modas y de la obsolescencia tecnológica inducida. Así la prescripción, que originalmente parecía inducir a una sana práctica de salud mental, terminó siendo un reconocimiento de unos límites que nos son impuestos por la coincidencia o traslape entre mercado y vida cotidiana.
Si quienes viven un solo día a la vez, lo hacen por que no tienen más remedio; todo proyecto de sociedad (aún la más modesta planeación social) resulta fútil sino francamente absurdo.
Notoriamente, esto ocurre en un contexto en que nunca como hoy prevalecen en el ámbito internacional los megaproyectos producto de arduos y complejos sistemas de planeación financiera y técnica de mediano y largo plazo.
Soñar nos está vedado quizás porque los ingenieros programan nuestras vigilias para que seamos felices en los mall.
Pero que ocurre si aún esta limitada felicidad le es negada a miles de excluidos como potenciales consumidores? La violencia y la criminalidad informales (que también las hay organizadas) tienden a convertirse entonces en las respuestas anti estatus quo más sintomáticas.
Violencia y criminalidad que expresan como síntoma de auto-refuerzo el aislamiento y la soledad de quienes no tienen que asumir responsabilidad alguna por unas vidas que concluyen al terminar el día.

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