sábado, 13 de junio de 2009

Subsidiar la economía de los pobres tomando recursos de otros pobres

La crisis de los alimentos nos pone ante la evidencia de que el mercado satisface las necesidades de aquellos que pueden costearlas y de que los precios no siempre expresan el grado con que los respectivos productos satisfacen necesidades de las mayorías. Economías que generan excedentes para comprar alimentos, en realidad los pierden. ¿Acaso el fundamento del desarrollo capitalista no estriba en la reinversión productiva de las utilidades?

La pobreza relativa de una sociedad puede medirse a partir del porcentaje creciente en que los distintos estratos usan sus ingresos para alimentarse. Conforme las familias utilizan un porcentaje mayor en la “reproducción” de su fuerza de trabajo, más pobres son. Si la crisis de los alimentos los compele a ello y, por otro lado, el crecimiento de sus salarios es consumido por la inflación resultante del encarecimiento de la canasta básica, sus posibilidades de superar la pobreza se ven seriamente comprometidas.

Tomando en consideración el comportamiento mayoritariamente rural de la pobreza, estamos frente al problema del deterioro de las condiciones de sostenibilidad de las economías campesinas mayoritariamente de subsistencia.

Estas economías en el pasado funcionaban como unidad de autoconsumo que de manera estacional se convertían en exportadoras netas de alimentos. Estos son los pobladores (sus generaciones de recambio al menos) que en buena parte en la actualidad engrosan el contingente de obreros agrícolas que laboran en las plantaciones de piña y cítricos, flores y ornamentales de nuestro país. Es decir, de productores de alimentos cuentapropistas, involucionaron a obreros agrícolas productores de postres y artículos de consumo suntuarios: los primeros que serán retirados de la lista de compras de los consumidores de los países ricos al entrar en recesión. Los que antes generaban riqueza para sus comunidades, ahora además de contaminarlas, son subcontratados bajo modalidades que les escamotean el disfrute de los extremos laborales consagrados en nuestras garantías sociales.

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